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La soledad en los mayores

La soledad en los mayores

España es un país que supera los 45 millones de habitantes. Nos encontramos con que de la población total, un elevado porcentaje tiene más de 65 años. Este sector de edad ronda el 17% en el presente, y se calcula según el INE que ese porcentaje se elevará en el 2050 hasta un 30%. España es uno de los países de la Unión Europea con mayor esperanza de vida, que se sitúa en setenta y nueve años para los hombres, y ochenta y cinco años para las mujeres. Por lo que la población de personas mayores es cada vez más numerosa. Envejecemos como sociedad, y esto nos lleva a tener que enfrentarnos a problemas antes inexistentes, o que se daban en una medida significativamente inferior.



Los cambios en la sociedad actual acarrean un importante impacto dentro de este sector de población. En esta sociedad prima el consumo y la productividad laboral, y se valora mucho la juventud. Ya no se aprecian como antes las experiencias vitales que aportaban los mayores. Se ve, en muchos sectores de la sociedad, a estas personas como una carga, tanto en el ámbito familiar como en el laboral. Y en ocasiones, las complicaciones de conciliación laboral y familiar por parte de las personas que tienen que encargarse de los mayores, llevan a que las familias se vean obligadas a vivir lejos de ellos. El cuidado de los mayores se encarga a terceras personas ajenas a la familia, o a centros de la tercera edad.



Es por todo ello, por lo que cada vez más se da esta soledad. Es más, una gran parte de las personas mayores viven solas, sin que ninguna persona se encargue de su cuidado. Esto es aún más elevado en el caso de las mujeres. Se piensa que una de cada cuatro mujeres en la tercera edad viven en soledad. Y en la mayoría de los casos de manera no voluntaria.



Teniendo en cuenta todo esto, podemos definir la soledad como la falta de compañía, y el sentimiento negativo por la ausencia o pérdida de alguna persona. Podemos entenderlo como una soledad en el sentido físico de ausencia de personas a nuestro alrededor y no tener a quien acudir; o también como una sensación de angustia, tristeza, malestar emocional por pensar que se es rechazado por otros, que no se tiene compañía para hacer actividades o para establecer relaciones de afecto o confianza.



Como vemos, hay dos facetas diferentes. Una la situación real de estar solo y otra muy diferente, que es la situación de sentirse solo. La soledad en si misma no es negativa, ya que todos en algún momento de nuestras vidas necesitamos estar solos, esto puede llegar a ser incluso necesario y gratificante. Y muchos ancianos ven como algo bueno el vivir solos, ellos mismos eligen esta opción y se encuentran capacitados para ello, tanto física como sicológicamente. El problema empieza cuando esta soledad o sentimiento no es deseado.



La mayoría de las personas que en la edad madura están o se sienten solas, lo están por que se han visto obligadas a ello, por las circunstancias de su vida. Los hijos ya viven sus vidas y en muchos casos sus parejas han fallecido o se han ido de alguna manera. Las familias tienden a dejar el cuidado de los mayores en manos de otras personas o de instituciones. Lo que genera un sentimiento de abandono y soledad.



Estos cambios en las circunstancias sociales, que se van produciendo gradualmente según nos hacemos mayores, tienen consecuencias importantes a nivel emocional y afectan a todos los aspectos de la vida.



La soledad afecta a las personas, como sentimiento subjetivo, en sus relaciones con los demás, en su autoestima, en su calidad de vida y en su salud. Al hacernos mayores y perder relaciones sociales tendemos a tener una percepción de nosotros mismos y de la vida en general mucho menos positiva. A veces se producen también reacciones de retraimiento a causa de esta visión más negativa de la vida, y en muchos casos se puede llegar a pensar que no merece la pena seguir viviendo.



Los cambios en las circunstancias vitales antes mencionados, hacen que se tienda a ver en la familia una falta de apoyo. Y la perdida de seres queridos conlleva a agravar este sentimiento de desamparo.



Este sentimiento no distingue de sexos ni de clases sociales, se puede dar en todos los sectores sociales. Aunque en las personas más afectadas por la crisis económica y de menores ingresos se añade un plus de intranquilidad por la incertidumbre del futuro de sus seres queridos. En muchos hogares estas personas mayores son el sostén económico de hijos y nietos.



En relación a este tema, hay diversos estudios que muestran el efecto negativo del sentimiento de soledad en la salud. Se ha demostrado que el no sentirse aceptado o integrado socialmente provoca efectos negativos. Entre ellos aumenta el riesgo de sufrir enfermedades coronarias y cardiovasculares, e incluso enfermedades del sistema endocrino e inmunológico. Por todo ello hay que luchar por eliminar este sentimiento negativo de la vida de nuestros mayores, tratando de que tengan una vida digna y con compañía.



El ser humano es un ser social y necesita de los demás para vivir feliz. Debemos tratar de buscar soluciones para evitar este problema. Tanto los ancianos que viven solos voluntariamente, como los que se ven obligados a ello y los que viven en residencias de mayores, tienen posibilidades de reducir este sentimiento. Pueden tratar de aumentar su red social entablando nuevas amistades o participando en actividades sociales o culturales. Si su salud se lo permite podrían incluso participar en algún grupo de voluntariado o asociación de interés comunitario. Incluso las nuevas tecnologías pueden ayudar a este objetivo a través de redes sociales para mayores.



Hay iniciativas también, en algunas Comunidades Autónomas, para fomentar el contacto entre mayores por medio de pisos tutelados o residencias autogestionadas por ellos mismos. Y en algunas residencias de la tercera edad se da a los residentes la opción a escoger si quieren o no compartir habitación con otras personas. También se fomenta la participación en talleres para aprender a sobrellevar la tan temida soledad. En este sentido hay multitud de iniciativas dirigidas a los mayores para que de una manera u otra el estar o sentirse solo no se convierta en un problema que perjudique seriamente su calidad de vida. 

Cuidado de la piel

Cuidado de la piel

La piel es uno de los órganos funcionales más importantes del cuerpo humano, de hecho, es el órgano más grande. Cubre aproximadamente un área de 1,5 a 2 metros cuadrados en un adulto medio. Como parte fundamental del cuerpo, participa en el proceso de envejecimiento, perdiendo grosor y capacidad de hidratación. El envejecimiento conlleva la ralentización de los procesos de renovación celular, lo que ocasiona sequedad y aparición de zonas rugosas y mucho menos flexibles. El cuidar la piel ya no es solo un acto de vanidad, es un acto de prevención en materia de salud.



En la edad adulta y en la tercera edad es muy importante insistir en el cuidado de la piel para evitar problemas en la dermis que empeoren nuestra calidad de vida. En toda piel, y mucho más en la de los mayores, es importante seguir unas pautas o cuidados básicos para ralentizar el deterioro. No es un proceso complicado si se siguen una serie de recomendaciones.



Lo más importante, sin duda, es cuidar la piel desde dentro, es decir, cuidar la alimentación para que la piel esté sana. La nutrición debe ser equilibrada y balanceada, debe contener proteínas, carbohidratos y grasas que contribuyan a nutrir la piel. Deben aportarse también las suficientes cantidades de vitaminas. Esta nutrición en el caso de los ancianos es más complicada ya que con la edad se suele perder el apetito. Por ello se aconseja que las comidas sean cocinadas de manera más atractiva, apetitosa y variada, dando a cada alimento el peso aconsejado por las pirámides nutricionales. Se debe aumentar sobre todo el consumo de frutas y verduras.



Así mismo, es fundamental evitar el consumo de alcohol y tabaco, que afectan muy negativamente al aspecto y condición general de la piel. Como también afectan negativamente el estrés y el pasar demasiado tiempo en ambientes con aire muy seco o tomar demasiado sol.



Se debe mantener una correcta hidratación. Ya no hablamos de la hidratación externa, si no de una correcta hidratación del organismo, que sin el aporte de líquidos necesario hace que la piel se estropee a mayor velocidad. Esto se extiende a todas las etapas de la vida, pero en la vejez es, si cabe, más importante. Con la edad se pierde además del apetito la sensación de sed, los mayores tienden a beber cada vez menos, y la piel se torna cada vez más fina y delicada, y sin la suficiente hidratación el proceso se agudiza.



Fundamental es también llevar una correcta higiene. Tan perjudicial es la falta de higiene como una limpieza en exceso, que ocasiona en muchos casos la perdida de la grasa natural de la piel. La piel debe limpiarse con agua tibia, no muy caliente, ya que el agua a temperaturas muy elevadas hace que la piel se reseque. Para su limpieza debemos utilizar jabones delicados con un PH neutro y sin perfumes o componentes agresivos. Son apropiados para el uso en personas mayores los jabones para bebés o infantiles y aquellos que contienen avena u otras sustancias que contribuyen a mantener la piel hidratada. Son también beneficiosos ciertos tipos de productos limpiadores sin aclarado, que incluso en algunos casos son mejores que el uso de agua y jabón.



Otro aspecto muy importante en el cuidado de la piel es el secado, que debe realizarse con toallas de materiales delicados y naturales como el algodón, y sin frotar, con pequeños toques para no dañarla, tratando de dejarla completamente seca para evitar la proliferación de hongos o maceraciones.



En pieles delicadas es aconsejable el uso de ropa de fibras naturales, evitando ropas de tejidos irritantes como el poliéster o la lana.



Tan importante como la hidratación interna y la nutrición, es la hidratación externa. Es muy beneficioso el uso de cremas hidratantes tras la higiene de la piel, y en el caso de zonas de la epidermis que estén en contacto con la luz solar, es esencial la fotoprotección por medio de cremas con filtro solar. Se debería adaptar el índice de protección solar al fototipo de la piel, aunque es aconsejable que se aplique un índice de protección alto en todo caso.



A veces, además de los cambios normales que se producen en la piel con el envejecimiento, tenemos que preocuparnos por las complicaciones que se producen en algunas personas mayores, como son las úlceras por presión o las irritaciones ocasionadas debido a la incontinencia. La piel sana normal actúa de barrera y evita la colonización de bacterias. Las úlceras y la humedad provocada por la incontinencia degradan la piel y se produce una menor resistencia a infecciones. Es fundamental en estos casos evitar la humedad excesiva.



Muchas enfermedades o problemas de salud pueden empeorar también el estado de la piel, como por ejemplo la diabetes o enfermedades de los riñones. Algunos medicamentos agravan la picazón que se produce con la sequedad normal del envejecimiento. Esto hace que aumente el rascado y a su vez ,el riesgo de infecciones.



La piel cambia con la edad, pero hay mucho que se puede hacer para protegerla. Es importante su cuidado y revisión frecuente y ante cualquier cambio preocupante debemos acudir al médico, porque en la piel , como en todo, la prevención es fundamental.


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