Llega el mes de septiembre y vuelven las rutinas a la vida de pequeños y mayores. El verano se va alejando y con él ese periodo en el que abuelos y nietos han compartido mucho más tiempo que de costumbre. A nadie se le escapa que la realidad que viven muchas familias en nuestro país está marcada por la presencia, cada día más relevante y necesaria, de los abuelos y las abuelas en su día a día. Ya sea por necesidad en muchos casos o por el reencuentro típico de estas fechas, los meses de julio y agosto son especialmente propicios para que los más pequeños de la casa tengan que compartir la mayor parte del tiempo con los mayores.
Las últimas estadísticas publicadas en nuestro país aseguran que la mitad de los abuelos dedica más de seis horas diarias al cuidado de sus nietos. Un tiempo que se incrementa durante los meses de verano, en los cuales, los abuelos se convierten en piezas imprescindibles en el funcionamiento de muchas familias. Pero, cuando llega el mes de septiembre, llega también la necesidad de que pequeños y mayores vuelvan a sus ocupaciones. Si cada año por estas fechas los medios de comunicación se llenan de consejos que nos ayuden a superar lo que llaman el estrés postvacacional, nos hemos preguntado si este síndrome afecta también a los abuelos y a sus nietos que, tras haber compartido días juntos, juegos, comidas, confidencias y excursiones rompen con todas estas actividades más lúdicas y vuelven, los pequeños al colegio y los mayores a sus ocupaciones habituales.
El doctor Carlos Tejero Juste, vocal de la Sociedad Española de Neurología (SEN), nos explica que al finalizar el periodo vacacional, “la vuelta a la rutina conlleva la necesidad de readaptarnos a nuestras obligaciones laborales y a un estilo de vida distinto que suele ser más agitado. Es por eso que experimentamos cambios mentales, emocionales y cognitivos que pueden llegar a dar paso al llamado síndrome postvacacional”. Se trata de un síndrome que puede afectar también a aquellos abuelos que se han visto muy involucrados en el cuidado de sus nietos durante el verano.
CÓMO ENFRENTARLO
Lo que se conoce como síndrome postvacacional, no suele prolongarse durante más de 15 días y está relacionado directamente con aspectos emocionales. “Suele incidir de forma más notoria en aquellas personas que tienen una actividad diaria muy intensa, sobre todo en aquellas que residen en entornos urbanos y entre los que están descontentos con su rutina”. Son precisamente los abuelos que encajen con este perfil los que deben tomar mayores precauciones y evitar que el estrés se convierta en enemigo de su salud.
Desde la Sociedad Española de Neurología se realizan varias recomendaciones para reducir el impacto de este síndrome. Ante todo, y como postura básica en esta y otras situaciones de la vida, es importante mantener una actitud positiva. “Es importante que, al menos los primeros días de adaptación, se duerman más horas de las habituales y se trate de regular los horarios antes de incorporarse a la rutina. También es aconsejable adelantar la vuelta, en la medida de las posibilidades de cada uno, al menos un par de días para favorecer la recuperación progresiva de los hábitos”.
Cualquier cambio de rutina, asegura Tejero Juste, hace necesario un periodo de readaptación en la actividad cerebral, pero cada persona experimenta esos cambios de manera diferente. “Depende tanto de la forma en la que los abuelos hayan asumido el papel de cuidadores (es decir, si lo han hecho con gusto o se han sentido obligados), como de la capacidad de adaptación de la actividad cerebral de cada persona”. Lo que sí parece demostrado es que los niños poseen una mayor capacidad para modificar las rutinas del cerebro que los mayores.
UN VÍNCULO ESPECIAL
El vínculo que se establece, por norma general, entre nietos y abuelos es muy especial. Se trata de una relación marcada por muchos matices concretos que la convierten en única, en la que el cariño está por encima de muchas otras cosas. Generalmente, y según las afirmaciones del neurólogo, “cuanto más tiempo pasamos con una persona, más se potencian las relaciones sociales y afectivas entre ellas. Puesto que el cerebro humano es social por naturaleza, potenciar las relaciones afectivas es fundamental para mantener nuestro cerebro sano”.
Gracias a esa vinculación especial, a la actividad social que se intensifica en la relación con sus nietos, las personas mayores consiguen prevenir o retrasar el declive cognitivo que acompaña al envejecimiento. Es decir, tal como asegura el neurólogo, “los abuelos que se identifican plenamente con ese papel en compañía de sus nietos, se activan tanto física como emocionalmente”.
Por su parte, en los niños las relaciones sociales favorecen un buen desarrollo cerebral de sus estructuras cognitivas y emocionales. “Es por eso que los abuelos contribuyen al desarrollo social y emocional del niño, pero también contribuyen a trasmitir la historia, las tradiciones y los valores familiares. Además, el amor de los abuelos fortalece su autoestima”. No podemos olvidar que la interacción social tiene efectos gratificantes para ambos, puesto que estimula las áreas de recompensa cerebrales.
UNA RELACIÓN FORZADA
Cuando la relación que se establece entre los abuelos y los nietos responde más a la obligación que a la voluntad, sobre todo por parte de los primeros, las cosas cambian. “Cuidar a los nietos debe ser una actividad placentera para abuelo y nieto, pero nunca convertirse en una carga para el mayor que se sienta sobrepasado”. Así se considera en la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG), para quienes es esencial considerar las necesidades y los deseos de los más mayores antes de asumir la tarea de cuidar de sus nietos. Es por eso, que la SEGG habla de “abuelos canguro” y ha establecido un decálogo intentando que el cuidado de los más pequeños sea realmente placentero y provechoso para ambas partes, ya que los expertos coinciden en señalar que “los abuelos cuidadores ven como se rebajan sus sentimientos de tristeza, de soledad y de aburrimiento, y los nietos aprenden a tener paciencia, aprenden de la experiencia de sus mayores, conocen el sentimiento de familia y diversifican las relaciones más allá de la de los padres”.
DECÁLOGO DEL ABUELO-CANGURO
1.- Haz lo que puedas y no te sobrecargues de labores.
2.- Aprende a decir “No”.
3.- No descuides tu salud.
4.- Establece unas reglas básicas y una comunicación fluida.
5.- Reservarte tu propio espacio y tiempo.
6.- Mantente en buena forma física.
7.- No te sientas culpable si no eres capaz de realizar las tareas como antes.
8.- Intenta realizar actividades con tu nieto que se adecuen a ti y que os reconforten a los dos.
9.- Pon límites.
10.- Disfruta de tu nieto y de los momentos compartidos con él.
PARA QUE LA RELACIÓN DE LAS TRES GENERACIONES SEA BUENA, NO OLVIDES…
ABUELOS
PADRES